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@tocnazax
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Mis caricias en su cuerpo eran cada vez más habituales, más aceptadas; su manos, todavía inseguras, empezaron a acariciarme el pecho y el abdomen, se colgaron de mi cintura y cuando no lo esperaba, una de esas manitas se acercó tímida y torpemente a mi verga y empezó a acariciarla, primero levemente como queriendo aprender su tamaño y su grosor; luego salvajemente, como intentando dirigirla al interior de su cuerpo. Su tacto era cálido, suave, los restos de sudor que la angustia de la batalla había dejado en ella, la volvía una metáfora, una premonición de la ardorosa humedad de su vagina. besplatni porno Amaterski Brutalni Drkanje Masaža Orgije Pušenje Tinejdzerski xvideos Analni Crnkinje Erotske priče Matorke Plavuše Redaljka Velike Sise xxx Azijski Dlakave pičke Hrvatski porno Međurasni pornići pornhub redtube xhamster youjizz BBW Domaci porno Lezbejke Milf Porno filmovi Svrsavanje xnxx youporn Empezó a besar mi pecho, y a acariciar mis nalgas con su mano libre. Mordió uno de mis pezones antes de deslizarse entre besos por mi abdomen, mientras su mano, ya más segura, conociendo mi pene, empezó a masturbarlo ansiosa. Todavía con los ojos llorosos; sin dejar de agitarla la metió a su boca, le dio primero una chupada rápida, como tratando de librar el trámite lo más pronto posible; encantada después por el sabor, el ancho y la longitud de mi miembro, y creo que también un poco deleitada por el morbo de la situación, salivó un poco, pasó su lengua por los bordes de su boca, humectándose y recogiendo lágrimas al mismo tiempo, y se acercó a besarla, acarició sus labios suaves con mi glande y la introdujo en su boca, tanto como pudo antes de ahogarse. Encajó sus lindos ojos negros en mis ojos: pude ver en ellos tantas cosas, que nunca podré olvidarlo: había una pregunta sobre el evidente placer que me estaba dando, había ternura, había amor, había un reproche por verse hincada ante su hijo con su verga en su boca a punto de llenarla de semen, y agradecimiento al mismo tiempo por haber develado la hembra insaciable, que ella pensaba ya muerta dentro de sí. Por la inercia de la excitación, su pelvis empezó a moverse, con leve contoneo, aún hincada abrió sus piernas y después de un fugaz pellizco en su pezón, acarició su abdomen hasta encajarla en su vagina. Tomé su cabeza suavemente y traté de separarla, pero no sirvió de nada, estaba perdida mamándome. Le di entonces un leve tirón en el cabello que le hizo reaccionar. Me dio un nuevo beso en el glade, de una calidad que no conocía en ella: salvaje, casi perverso: era un beso húmedo que unía con una hilo de saliva aún a la distancia nuestros cuerpos; era un beso que reclamaba mi verga como posesión suya. Me hinqué a su lado, y besé sus labios maravillosos. Ahora aceptó mi beso con más naturalidad, me hundió su lengua en la boca, me mordió los labios, chupó mi lengua. Como una niña pequeña que quiere su juguete favorito, movía su mano ansiosa, mientras pujaba a modo de berrinche, tratando de encontrar a ciegas mi verga, yo la puse a su alcance. Río plácida, a modo de ronroneo de gatita satisfecha cuando la tocó de nuevo. Me separé contemplando sus hermosos ojos, tomé su mano de entre sus piernas y chupé hasta la última gota de los jugos de sus dedos. Metí rápidamente mi mano al húmedo rincón de mi madre, ella, como un reflejo me aprisionó con sus muslos, como si tuviera la ilusa idea de que yo intentaría soltarla. La sensación de humedad era avasallante, estremecedora; acomodé mi dedo entre sus labios y empecé a frotar, me encontré su clítoris y lo apreté, y lo acaricie en círculos acelerando el sonido de sus gemidos mientras me prendía a uno de sus pezones, y besaba el diámetro de sus aureolas y todo el horizonte de sus magnánimas tetas; ella encajaba sus uñas en mi espalda, la acariciaba, hasta que por fin quedó tendida sobre la tarima. Nos quedamos mirando unos momentos: ella era un portento de belleza: su cabello desordenado, sus labios hinchados, sus senos trémulos que a cada respiración parecían hacerse más grandes, relucientes a fuerza de mis besos; sus pezones erectos, los vellitos de su monte perfumados con su penetrante humedad, la carne tibia de su abdomen; sus ojos tiernos poseídos de deseo… después de un beso suave, esos mismos ojos me invitaron a su parte baja, y sus piernas aún tímidas se abrieron dándome la bienvenida. Sin dejar de besarla y sin soltar uno de sus senos me acomodé, listo para la embestida. Tomó mi verga con su mano y la dirigió al interior de su vagina que ya estaba más que dilatada, lista para recibirla. Nuestros cuerpos se acoplaron de inmediato, finalmente ¿a que cuerpo podría acoplarme mejor? Empecé a clavarla, primero lentamente, a medida que la sentía más excitada, aceleraba en ritmo. Con sus uñas encajadas en mi cintura, me empujaba hacia ella, mientras trenzaba sus piernas con las mías. Cuando estaba al punto de llenarla de semen, como si estuviéramos coordinados, nos separamos por mi momento: yo pasé abajo y ella se colocó sobre mí. Agarró de nuevo mi verga, se acomodó en cuclillas y empezó a dar sentones, su otra mano afianzó la mía sobre su seno. El movimiento se aceleró hasta hacerse caótico; estaba por venirse, y yo estaba por la labor de esperarla. Aguanté, aguanté hasta que sentí su descarga. Antes de que terminara dejé fluir mi torrente en su interior húmedo. Ella, con rostro pleno esperó hasta sentir la última gota, luego conteneo su cadera para hacerme soltar la última gota antes de separarse, inclinarse, besarme los huevos, darme una nueva sacudida, lamer traviesa mi verga todavía semi- erecta y sucia de semen y fluido vaginal, y subir sobre mi cuerpo dando besos hasta quedar tendida sobre mi pecho, con mi verga perdida en el tumulto de los vellitos de su monte. Asi nos quedamos dormidos, ¡Y cómo dormí esa noche! Cuando desperté al día siguiente a eso de las once del día, ella se había ido. Me quedé un momento tratando de poner en orden mi cabeza; descifrando si todo aquello había sido solo un sueño, o si había sido una deliciosa realidad. En ese caso, ¿porqué no estaba? Era posible que la mañana despertara en ella de nuevo la sensación de horror por haber hecho lo que hizo. ¿Qué tal si el sabor de mi pene en su boca, y mi semen que llenaba su interior la habían hecho sentir sucia de nuevo, y se había ido, ido para siempre? Tomé mis boxers, me los puse y salí del estudio. Me asomé a su cuarto y constaté que no se había ido, que solamente se estaba bañando. Con la incógnita acerca de nuestra situación después de lo ocurrido, no acerté a meterme a la regadera como deseaba, tomarla por la cintura húmeda y llenarla de besos. Me dirigí a la cocina, prendí la cafetera y me serví una taza bien cargada y caliente. Después de un rato en que permanecí contemplando mi rostro en el líquido oscuro, ella apareció por la puerta disipando todos mis temores. Todavía mojada, traía puesta su bata de baño abierta. Me observaba de pié bajo el umbral de la puerta, se veía radiante, como nunca; sus ojos brillaban, una extraña luz le dibujaba el rostro. Cuando nuestros ojos se cruzaron una sonrisa dulce se pintó en su cara. Se acercó hasta mí dejando mi rostro frente a sus senos en el interior de la bata.
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